3 ¡Ten piedad de mí, oh Jehová! El salmista nuevamente se lleva a la misericordia de Dios. La palabra חנן, chanan, que he tenido piedad, es sustancialmente la misma que gratificar, hacer un placer. Es como si hubiera dicho: no traigo ningún mérito propio, sino que rezo humildemente por la liberación únicamente sobre la base de tu misericordia. Cuando habla de llorar a diario, es una prueba de su esperanza y confianza, de lo que hemos hablado un poco antes. Por la palabra llorar, como ya he tenido ocasión de comentar con frecuencia, se denota vehemencia y seriedad del alma. Los santos no siempre rezan en voz alta; pero sus suspiros y gemidos secretos resuenan y resuenan, y, ascendiendo desde sus corazones, penetran incluso en el cielo. El suplicante inspirado no solo se representa a sí mismo como llorando, sino como perseverante al hacerlo, para enseñarnos que no se desanimó en el primer o segundo encuentro, sino que continuó en oración con incansable seriedad. En el siguiente verso, él expresa más definitivamente el fin por el cual le rogó a Dios que fuera misericordioso con él, que era, para que su pena pudiera ser eliminada. En la segunda cláusula, declara que no había hipocresía en su llanto; porque alzó su alma a Dios, que es la característica principal de la oración correcta.

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