46. ¿Cuánto tiempo, oh Jehová? ¿te esconderás para siempre? Después de haber expresado sus quejas respetando la triste y calamitosa condición de la Iglesia, el salmista ahora se dedica a la oración. De donde se deduce que el lenguaje de lamentación al que había pronunciado hasta ahora, aunque emanaba del sentido carnal, sin embargo estaba unido a la fe. Los incrédulos, en la agitación de los problemas, a veces pueden rezar, pero lo que piden procede de labios fingidos. Pero el profeta, al conectar la oración con sus quejas, da testimonio de que nunca había perdido su confianza en la verdad de las promesas divinas. Con respecto a esta forma de expresión, ¿cuánto tiempo, para siempre? hemos hablado en Salmo 79:5, donde hemos demostrado que denota una larga y continua sucesión de calamidades. Además, al preguntar cuánto tiempo se ocultará Dios, tácitamente insinúa que todo estará bien tan pronto como Dios se complace en mirar a su pueblo elegido con un semblante benigno. En la segunda cláusula del versículo, nuevamente menciona como la razón por la cual Dios no garantizó mirarlos con el favor paterno, que su ira estaba enfurecida contra ellos. La conclusión obvia de la cual es que todas las aflicciones sufridas por nosotros proceden de nuestros pecados; Estos son los azotes de un Dios ofendido.

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