9. Tú gobiernas el orgullo del mar. Ya he observado que lo que el profeta ha dicho hasta ahora en general sobre el poder de Dios, debe referirse al milagro de la liberación de los israelitas de Egipto, que ahora celebra en términos expresos. Según la interpretación de algunos, se dice que Dios todavía calma las impetuosas olas del mar, porque no sufre que estalle y desborde al mundo entero por un diluvio. Pero leía los versos noveno y décimo de forma conectada, y entendía que el profeta hablaba del Mar Rojo, que Dios dividió para dejar pasar a las tribus elegidas. El salmista agrega inmediatamente después, que toda la tierra de Egipto fue derrocada como un hombre herido. Por estas palabras él magnifica la gracia de Dios, que se mostró en la liberación de la Iglesia. Tenía la intención, sin lugar a dudas, de poner ante su propia mente y la de los demás, el amor paternal de Dios, alentar tanto a sí mismo como a los demás a recurrir a Él por socorro, con mayor libertad y prontitud. Y al afirmar que Dios había roto en pedazos a sus enemigos con su poderoso brazo, concluye de la experiencia pasada de la Iglesia, que su modo de actuar siempre será similar, siempre que en su sabiduría infinita lo vea requerido.

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