4 Porque tú, Jehová, me has alegrado. El salmista repite la verdad de que el sábado no fue prescrito como un día de ociosidad, sino como una estación en la que deberíamos reunir todas nuestras energías para meditar sobre las obras de Dios. Al mismo tiempo, insinúa que aquellos que están mejor calificados para celebrar las alabanzas de Dios que reconocen y sienten su bondad paternal, y pueden emprender este servicio con mentes dispuestas y alegres. Su lenguaje implica que la bondad y la fidelidad de Dios, que ya había mencionado, son evidentes en sus obras al examinarlas debidamente. Lo que produce alegría en nuestros corazones es la exhibición que Dios da de sí mismo como Padre, y de su profunda y vigilante ansiedad por nuestro bienestar; como, por otro lado, la causa de nuestra indiferencia brutal es nuestra incapacidad para saborear o saborear el fin diseñado en las obras de Dios. (589) A medida que el universo proclama en todo momento que Dios es fiel y bueno, nos convertimos en observadores diligentes de estas fichas y nos emociona una alegría santa a la celebración de su alabanza.

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