6 El hombre necio no los conocerá. Esto se agrega con propiedad, para hacernos saber que la culpa recae en nosotros mismos, en no alabar los juicios divinos como deberíamos. Porque aunque el salmista había hablado de ellos como profundos y misteriosos, aquí nos informa que serían discernidos sin dificultad, si no fuera por nuestra estupidez e indiferencia. Por tonto, se refiere a los incrédulos en general, contrastando tácitamente con los creyentes que están divinamente iluminados por la palabra y el Espíritu. La ignorancia y la ceguera a las que alude tiene posesión de todos sin excepción, cuyos entendimientos no han sido iluminados por la gracia divina. Debería ser nuestra oración a Dios, que purgue nuestra vista y nos califique para meditar sobre sus obras. En resumen, el salmista reivindica la incomprensible sabiduría de Dios de ese desprecio que los hombres orgullosos a menudo han echado sobre él, acusándolos de locura y locura al actuar como tal; y él nos despertaría de esa insensibilidad que es demasiado frecuente, a una consideración debida y seria de las misteriosas obras de Dios.

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