Aquí el Profeta nos dice que fue enviado al pueblo y a los sacerdotes, no tanto para enseñar a los mensajeros que vinieron de tierras lejanas como para corregir los vicios de su propia nación; pues los judíos habían comenzado, de acuerdo con su manera habitual, a disimular con Dios, y se habían deslizado, como ha aparecido en otras partes, en muchas prácticas malvadas. Y parece evidente, que Dios no comprometió con Zacarías lo que los mensajeros podrían traer de vuelta a Caldea; pero que se aprovechó la ocasión para recordar a los judíos que debían cuidarse a sí mismos. Puede haber sido el caso, que los mismos sacerdotes y todos los demás habían comenzado a plantear una controversia: “¿Cómo es esto? nuestros hermanos preguntan si aún se debe observar el ayuno: "y las opiniones podrían haber sido diferentes. Pero como esto es dudoso, lo dejo como tal. Sin embargo, vemos que el Profeta no habla aquí respetando a los cautivos, ni dirige a sus mensajeros nada que puedan transmitir a Caldea, sino que dirige su discurso a los sacerdotes y al pueblo. La suma del todo es que, si bien los cautivos no dieron un testimonio desagradable de su religión, Dios reprendió a los judíos, que habían regresado a su propio país, por ingratitud, ya que ya habían comenzado a contaminarse.

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