ἐκ = origen, ἀπὸ = originador. Esta concepción de la nueva Jerusalén como esposa del Mesías en los últimos días es un toque original, añadido por el profeta al material judío tradicional ( cf. Volz, 336 s.). En 4 Esd. 6:26 (Lat. Syr.) “aparecerá la novia, sí, la ciudad saliendo, y será vista la que ahora está escondida de la tierra”; pero esto precede a los 400 años de bienaventuranza, al término de los cuales muere el mesías.

En En. xc. 28 f. una nueva y mejor casa se sustituye por la vieja, mientras que en 4 Esd. 9 11. la madre de duelo se convierte repentinamente en “una ciudad edificada” con grandes cimientos ( es decir , Sión). Estas anticipaciones parciales dan algo de color a la súplica de Dalman de que la concepción de una Jerusalén celestial preexistente era extremadamente limitada en el judaísmo, y que la visión de Juan debe aislarse de las otras N.

T. consejos (ver ref.). Para una fina aplicación de todo el pasaje, véase Ecce Homo , cap. 24. La visión transmite la esperanza y el consuelo cristianos en términos de una antigua y actual tradición religiosa sobre la nueva Jerusalén ( cf. Charles on Apoc. Bar. iv. 3). La forma primitiva de esta concepción, que se prolongó en varias fases hasta la apertura del siglo II, era que la Jerusalén terrenal simplemente necesitaba ser purificada para convertirse en el centro adecuado y final del reino mesiánico con su perfecta comunión entre Dios y el hombre ( cf.

Isaías 60 ; Isaías 54:11 = Tob 13:16-3, Ezequiel 40-48, En. X. 16 19, xxv. 1, Sal. Sol. 17:25, 33, ap. Bar. xxix, xxxix. xl, lxxii, lxxiv, 4 Esd. 7:27 30, 12:32 34, etc.). Pero junto a esto, especialmente después del renacimiento religioso bajo los macabeos, corría la sensación de que la Jerusalén terrenal estaba demasiado manchada y secular para ser una ciudad sagrada; su contraparte celestial, pura y preexistente, debe descender (así que aquí, después de En.

xc. 28, 29, ap. Bar. xxxiii. 3, 4, Prueba. Daniel 5 , etc.). En la teología rabínica, la visión de la Jerusalén celestial le fue arrebatada a Adán después de su caída, pero mostrada como un favor especial a Abraham, Jacob y Moisés ( cf. Ap. Bar. iv). El profeta cristiano Juan no sólo ve sino que ve realizada entre el pueblo cristiano una palabra profética valiente y significativa, teniendo en cuenta su época y su entorno.

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