καὶ γὰρ ἐγὼ: aquí sigue la gran palabra del centurión relatada por Lc. tanto como en Mt. Pero parece una palabra más adecuada para ser pronunciada in propria persona que por delegado. Sin duda pierde gran parte de su fuerza al ser dado de segunda mano. Lc. parece olvidar aquí por el momento que se supone que el centurión no debe estar presente. Schanz conjetura que vino después de todo y pronunció esta palabra él mismo. Sobre su importancia vide en Mateo 8:9 τασσόμενος : presente, implicando un estado constante de subordinación.

Comparando los dos relatos de este incidente, se puede notar que Lc. hace que la acción del centurión sea consistente en todo momento, como inspirado por una humildad tímida. En el monte tiene el valor de pedírselo directamente a Jesús, pero es demasiado humilde para dejar que Jesús vaya a su casa. En Lc. se sirve de intercesores, que manifiestan una afabilidad de acoger al evangelista irénico. Sin sugerir intención, se puede señalar además que esta historia encarna las características principales del incidente afín de la mujer sirofenicia, no relatado por Lc.

La humildad excesiva del centurión = “nosotros perros gentiles ”. La intercesión de los ancianos = la de los discípulos. La amabilidad de los ancianos es una amonestación para los judaístas = esta es la actitud que debéis adoptar hacia los gentiles. Se enseñan así todas las lecciones de la “mujer sirofenicia”, mientras que se elimina el único rasgo desagradable de la negativa o falta de voluntad de Cristo para ayudar, que podría parecer que justifica al judaísta.

Hasta qué punto tales consideraciones influyeron en moldear la tradición seguida por Lc. Es imposible decirlo. Baste señalar que la narración, tal como está, cumple una doble función y nos muestra:

1. Humildad y fe gentiles.

2. Amabilidad judía.

3. El pronto socorro de Cristo, y la admiración de gran fe.

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