Si el poderoso ejército del gran rey asirio fuera desafiado con éxito por un pequeño monarca como Ezequías, obligaría a las naciones vecinas a confesar que el escape se debía a la mano protectora de Yahweh. Así se les enseñaría, a pesar de sí mismos, que Él, y solo Él, era el Dios verdadero.

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