El plan de enviar a los espías se originó en el pueblo; y, como en sí mismo razonable, se aprobó a Moisés; fue sometido a Dios, sancionado por Él y llevado a cabo bajo una dirección divina especial. El propósito del orador en este capítulo es traer ante la gente enfáticamente sus propias responsabilidades y comportamiento. Por lo tanto, es importante recordarles que el envío de los espías, que los llevó inmediatamente a sus quejas y rebeliones, fue su propia sugerencia.

Los siguientes versículos hasta el final del capítulo dan un relato condensado, el más completo está en Núm. 13–14, de los sucesos que llevaron al destierro del pueblo durante 40 años al desierto.

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