El sexto ángel tocó la sexta trompeta, y cuando sonó la trompeta, una voz ordenó al sexto ángel que soltara a los cuatro ángeles que estaban atados en el gran río Éufrates. El río Éufrates era el límite entre Israel y sus antiguos captores. Fue al otro lado del Éufrates que Asiria vino y llevó a Israel al cautiverio. Y fue al otro lado del Éufrates que Babilonia vino y llevó a Judá al cautiverio.

Los grandes conquistadores de Palestina y Egipto cruzaron el Éufrates en la antigüedad. Bien podría tener un sonido extraño. Esto era al menos una sugerencia de conquista. La narración continúa diciendo que los cuatro ángeles del Éufraten fueron desatados, y el número de los jinetes fue de doscientos mil. Así, sin ninguna explicación de estos cuatro ángeles, se presenta y describe un gran ejército de jinetes que muestra que este símbolo significaba guerra.

Ahora bien, no es seguro si este gran ejército representaba a confederados de Roma que vinieron del este y ayudaron a Roma en esta guerra judía, o si tiene una referencia general a los ejércitos romanos solamente. Eso quizás no sea esencial. Pero la visión presagiaba guerra; y la guerra en proporciones tan gigantescas como para abrumar completamente al estado judío. Por supuesto, doscientos mil jinetes serían imposibles; pero el número es bastante impresionante y, sin duda, estaba destinado principalmente a la impresión.

En este gran ejército se describen los caballos, pero casi nada se dice de los jinetes. Los jinetes tienen corazas de fuego, jacinto y azufre; pero los caballos tienen cabezas de leones; de sus bocas salía fuego, humo y azufre, y sus colas eran como serpientes, con cabezas que podían morder. Se ha supuesto que esta visión de la caballería sería muy aterradora para los judíos, porque no estaban acostumbrados a usar la caballería en la guerra y habían sufrido en tiempos pasados ​​por este modo de hacer la guerra.

El capítulo se cierra diciendo que los hombres que padecieron todas estas plagas no se arrepintieron de sus pecados, sino que continuaron adorando ídolos y aun demonios; la idolatría más ofensiva conocida por los profetas de Dios. La apostasía que se niega a arrepentirse, después de todas las advertencias, después de los juicios preliminares, tiene un solo fin, y ese es la destrucción. Y ese final seguramente llegará aunque Dios los tenga paciencia.

El viejo Antíoco Epífanes, el peor perseguidor que jamás tuvieron los judíos, cuyo recuerdo era una pesadilla, cuando afligido por una terrible enfermedad, se humilló e invocó a Dios, y declaró que si Dios lo sanaba, él mismo se haría judío y proclamaría la misericordia de Dios ante el mundo. Pero estos apóstatas de los que Juan escribe no se arrepintieron aunque la condenación los miró a la cara.

Esta es una advertencia a todos los hombres para que sean sensibles con respecto a sus propios pecados; prestar atención a las advertencias de Dios, y arrepentirse y buscar la misericordia de Dios. Siempre es algo seguro y sabio arrepentirse del pecado. Las lecciones prácticas de Apocalipsis son muchas y contundentes. Con todo su simbolismo y misterios, trata de las cosas vitales del destino humano.

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