Hechos 26:31 . Y cuando se habían ido aparte, hablaban entre sí, diciendo: Este hombre no hace nada digno de muerte o de cadenas . La segunda de estas expresiones públicas de opinión por parte de personajes tan exaltados como Agripa y Festo, respetando la completa inocencia de Pablo de la gravísima acusación de promover la sedición y de excitar a los pueblos del Imperio contra los poderes dominantes, fue un importante memorando en la historia del gran apóstol gentil, quien, sabemos, eventualmente fue condenado y puesto a muerte por una acusación falsa similar.

Nos dice cuán infundadas eran las acusaciones hechas contra él por aquellos judíos cuyo interés más querido él, por el bien de sus hermanos, se vio obligado a atacar, nos dice cuán irreprensible, cuán perfectamente desinteresado, fue todo el tenor de esa vida generosa y valiente.

No necesitamos suponer que esta defensa de Pablo, y esa expresión unánime de buena voluntad que obtuvo de aquellas personas distinguidas que lo escucharon ese día en la corte de Cesarea, no tuvieron efecto sobre la historia posterior del apóstol. Aunque, como la apelación al emperador se había presentado formalmente, ya no estaba en el poder de ningún funcionario provincial, por exaltado que fuera, absolver o liberar, como tampoco condenar y castigar al prisionero que así había apelado a Roma. ; aun así, como Festo había arreglado esta audiencia ante Agripa con el fin de obtener material satisfactorio que le permitiera hacer un informe exhaustivo al ministro en Roma, sin duda escribió una opinión tan favorable del prisionero.Hechos 26 )

El informe favorable de Festo, también, ciertamente le procuró un trato amable después de su llegada a la capital (se le permitió habitar en su propia casa alquilada e incluso recibir allí un gran número de amigos y discípulos, cap. Hechos 28:17-23 ; Hechos 28:30-31 ).

Otro resultado de la gran defensa de Pablo del cristianismo ante el rey Agripa II. y el Procurador Festo, fue, que a partir de este momento parece haber surgido en el corazón del rey un sentimiento bondadoso hacia esa extraña secta nazarena a la que él mismo nos dice que una vez casi fue persuadido a unirse. Stier, en sus Palabras de los Apóstoles, llama la atención sobre el hecho de que este Agripa al estallar la gran guerra judía, unos ocho o nueve años después de la escena de Cesarea, protegiera a los cristianos, los socorriera y los recibiera amablemente en su territorio

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