La persecución de ciudadanos pacíficos a causa de su religión, de su lectura de la Biblia y de juzgar su significado, es un ultraje tal que puede ser condenado incluso por los paganos. Cuando se practica, siempre ha sido, y siempre será, una vergüenza inmunda no solo para el cristiano, sino también para el mundo civilizado.

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Antiguo Testamento