Lo habitaré en mi casa, en mi morada, primero, en Jerusalén, el lugar donde Dios puso su nombre para siempre; o, 2d, En el templo, que se llama más propia y constantemente la casa de Dios; y así esta expresión concuerda pero muy imperfectamente con Salomón o sus sucesores; de quiénes, en verdad, se podría decir que estaban asentados en la casa de Dios, porque habitaban cerca de ella y, de alguna manera, estaban colocados sobre ella; y porque debían cuidar de que los sacerdotes y otras personas desempeñaran sus oficios y el servicio de Dios en ellos; pero, estricta y apropiadamente, concuerda solo con Cristo, a quien solo pertenece la promesa de un establecimiento eterno en este reino, como se observó en 2 Samuel 7:16. Y esta expresión parece agregarse de manera más enfática para significar que la persona en quien todas esas promesas deben cumplirse plena y perfectamente, es decir, el Mesías, debe establecerse no solo en el trono del rey, como lo fueron otros de los sucesores de David, sino también en la casa o el templo de Dios; y en consecuencia que debería ser sacerdote además de rey; cuyo misterio fue claramente revelado a David, Salmo 110:1 ; Salmo 110:4 , y se puede insinuar, aunque oscuramente, con estas palabras. Y en mi reino O, primero, En el reino de Israel, que Dios llama sureino, porque él era, de una manera especial, el rey y gobernador de él, habiéndolos levantado y formado en un reino, y les había dado la protección y ayuda que los reyes deben a sus reinos; y porque esperaba y exigía de ellos lo que los reyes hacen de su pueblo, que estuvieran completamente gobernados por sus leyes y dedicados a su servicio. O, 2d, En el reino de Dios, en un sentido más amplio y general. Y esta, así como la frase anterior, puede parecer singularmente pertenecer al Mesías, que no sólo sería el rey de Israel, sino también de todas las naciones, como se predijo incluso en el Antiguo Testamento, en varios pasajes; y, así entendido, esto puede ser un indicio de ese gran misterio, que se revela más completamente en el Nuevo Testamento, a saber, que Cristo es la cabeza, rey o gobernador de toda la iglesia de Dios, compuesto de judíos y gentiles, y de todas las naciones, y de hecho de todas las criaturas, sin excepción de los ángeles; todo lo cual es reino de Dios, y por él dado a su Hijo, nuestro bendito Señor Jesucristo.

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