La gente volaba sobre el botín como pájaros voraces. Estaban tan débiles y hambrientos que al anochecer, cuando la persecución terminó, se apoderaron y devoraron lo que era comestible del botín, y no tuvieron paciencia para esperar la matanza y escurrimiento de la sangre de las bestias, de la manera debería haberse hecho de acuerdo con la ley. Pero los comieron con (o más bien con ) la sangre. Así, los que tomaron conciencia de obedecer el mandamiento del rey, por temor a la maldición, no tuvieron escrúpulos en transgredir el mandamiento de Dios.

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