No los destruiría por completo como se lo había mandado Dios, sino que los tomaron como presa para sí mismos. Todo lo que era vil, destruyeron Todo lo que no valía la pena conservar. Así obedecieron a Dios en la medida de lo posible, sin inconvenientes ni pérdidas para ellos mismos, lo que es un ejemplo sorprendente de la bajeza de la naturaleza humana, cuando está gobernada por la codicia, o cualquier cosa como el afecto o el apetito humillantes.

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