Saúl sabía que el Señor estaba con David. Estaba convencido de ello por el éxito que constantemente tenía en todas sus empresas. Y Saúl temía aún más a David, habiéndolo adelantado así; y no viendo ninguna esperanza de llevar a cabo sus designios contra él. Y Saúl se convirtió continuamente en enemigo de David. Cada día estaba más decidido a destruirlo. Tan extraña ceguera le trajeron su ira y su odio, y pasiones semejantes, que se puso contra él, a quien veía y conocía, ¡tenía a Dios por amigo! ¡En qué condición perdida debe haber estado ahora la mente de Saúl!

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