Cuando fue fuerte Fortalecido en su reino, y libre del temor de cualquier enemigo; su corazón se enalteció hasta la ruina. Así, la prosperidad de los necios, infundiéndolos de orgullo, los destruye. Había hecho tantos negocios y obtenido tanto honor, que empezó a pensar que ningún negocio, ningún honor era demasiado grande o demasiado bueno para él; no, no el del sacerdocio. Fue al templo del Señor, al lugar santo, donde estaba el altar del incienso, y en el cual nadie más que los sacerdotes podía entrar, y mucho menos ofrecer incienso.

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