Guardaron los otros siete días con alegría, no de la misma manera que lo habían hecho antes, sino en la adoración solemne de Dios, mediante sacrificios, oraciones, alabanzas e instrucciones públicas de esa gran congregación, con el buen conocimiento de la comunidad. Señor; lo cual era muy necesario para el pueblo, después de una noche tan larga y lúgubre de ignorancia, superstición e idolatría.

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