Y Safán lo leyó ante el rey. Es decir, una parte de él, porque no se puede suponer que lo leyó todo, especialmente de una vez. Cuando el rey escuchó las palabras del libro Las terribles críticas contenidas en él contra ellos por los pecados que aún reinaban entre ellos; alquiló su ropaEstar profundamente afectado por un sentido de la grandeza de su culpa, y una aprensión de que terribles juicios se cernían sobre ellos y estaban listos para caer sobre ellos. De esto se desprende que, si se trataba de la única copia auténtica de la ley que existía o no, las cosas que contenía eran nuevas, tanto para el rey mismo como para el sumo sacerdote. Y si incluso ellos eran extraños para ellos, cuánto más podemos suponer razonablemente que la gente en general lo era. Es cierto que a cada rey se le ordenó que escribiera una copia de la ley con su propia mano ( Deuteronomio 17:18,) y la ley debía leerse públicamente cada siete años. Pero, es probable, que estas costumbres estuvieran interrumpidas durante mucho tiempo, y que el cuerpo del pueblo no tuviera otra forma de llegar al conocimiento de las leyes de Dios, sino de boca en boca de unos a otros; un método que debe haber sido atendido con gran imperfección e incertidumbre. Y en consecuencia, encontramos que incluso en los tiempos de los reyes piadosos y la reforma pública, el pueblo, no obstante, continuó en la práctica de muchas cosas directamente contrarias a la ley de Moisés, como sacrificar y quemar incienso en los lugares altos. Y parecen haber hecho estas cosas como si no supieran que estaban prohibidas. Y ciertamente debe haber sido muy difícil para ellos, si alguna vez lo hubieran deseado, obtener un conocimiento de todas las cosas que la ley les exige. No era de extrañar que la gente fuera tan corrupta, cuando el libro de la ley era algo tan escaso y su contenido tan poco conocido entre ellos. Donde esla visión no es, la gente muere. De ahí que podamos aprovechar la ocasión para reflexionar con gratitud sobre los grandes privilegios que poseemos, en el sentido de que vivimos en tiempos en los que el arte de la imprenta ha facilitado comparativamente, en la mayoría de los países cristianos, al menos en el nuestro, que todos tengan copia de la ley divina en sus manos, para ser su director constante, para ser consultado en todas las ocasiones, y ser objeto de su meditación en todo momento. Una ventaja esta de inestimable valor, si se hace un uso correcto de ella.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad