Hizo lo malo, conforme a todo lo que habían hecho sus padres , es decir, sus abuelos, Manasés y Amón. Restauró esa idolatría que su padre había destruido. Jerusalén no vio un buen día después de que Josías fue puesto en su tumba; pero un problema vino tras otro, hasta que, dentro de veintidós años, fue destruido.

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