Y uno entró y se lo dijo a su señor. Uno de los siervos de Naamán, al oír esto, se lo contó a Naamán, y él al rey de Siria, pidiendo permiso para ir al profeta en Israel. Porque aunque no amó ni honró a la nación judía, si alguien de esa nación puede curarlo de su lepra, aceptará la cura con alegría y agradecimiento. Y espera que se pueda, por la inteligencia que ha recibido, que no desprecia por la mezquindad de la que la dio. ¡Ojalá los que están espiritualmente enfermos escucharan tan fácilmente las nuevas que les trajo el gran Médico!

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