Él respondió: Escuché que no la despreció por ser mujer; pero, como se hizo sabio, le brindó una audiencia favorable y prestó atención a lo que decía. Seguramente pedirán consejo a Abel. Ella comienza alabando la ciudad de Abel, tan famosa hasta un proverbio, tiempo fuera de la mente, por sabiduría y juzgando correctamente las cosas. Como si hubiera dicho: Esta ciudad, que estás a punto de destruir, no es mezquina ni despreciable; pero tan honorable y considerable por su sabiduría, que cuando surgía alguna diferencia entre alguno de los vecinos, solían decir proverbialmente: Solicitaremos la opinión y consejo de los hombres de Abel al respecto, y aceptaremos su arbitraje; y así todas las partes quedaron satisfechas y las disputas terminaron.

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