Entonces gritó una mujer sabia, una mujer de gran entendimiento, que también sabía hablar bien. Muchos de ellos había en Israel, como lo indica la mujer de Tecoa, Abigail y la madre de Lemuel. Parece que ninguno de los hombres de Abel se ofreció a tratar con Joab: no, no cuando estaban en un extremo; pero una mujer sabia salvó la ciudad. Las almas no conocen diferencia de sexo: muchos corazones varoniles se alojan en el pecho de una mujer. Tampoco el tesoro de la sabiduría es menos valioso por estar alojado en la vasija más débil.

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