Le dijeron a David lo que Rizpa había hecho y lo escuchó con tanta aprobación, que consideró conveniente imitar su piedad, siendo por su ejemplo provocado a hacer lo que hasta entonces había descuidado, para otorgar un entierro honorable sobre los restos de Saúl y Jonatán, y con ellos, sobre los que ahora habían sido condenados a muerte, para que el honor que se les había hecho allí sirviera de consuelo a esta viuda desconsolada.

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