Sus manos estaban débiles. Estaba muy consternado, como podría estarlo; porque en efecto estaba desarmado; había perdido tanto su espada como su escudo en Abner. Y todos los israelitas se turbaronEs decir, todos aquellos que se unieron al interés de Is-boset, y probablemente muchos otros también; porque habían perdido a su gran y poderoso agente con David; el hombre en quien tanto él como ellos confiaron; el hombre que, por su autoridad y crédito, tanto con el ejército como con el pueblo, estaba en mejores condiciones para conducir y confirmar la liga que luego acordó en ambos lados. Temían que, con su muerte, este tratado se rompiera, o que no se manejara con tanta prudencia como Abner habría usado; que la caída de este gran hombre produciría algún cambio importante, y temían que pudiera ser de un tipo desastroso.

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