Su ojo será malvado para con su hermano. Sus necesidades le harán desechar toda distinción y compasión por sus parientes más cercanos y queridos. El hambre le hará arrebatar la carne de la boca a sus propios hijos y guardar rencor a cada bocado que coman. En consecuencia, Josefo nos informa que las esposas expulsaron la carne de la boca de sus maridos, los hijos de sus padres y, lo que era aún más antinatural, las madres de sus bebés, quitándoles, mientras yacían languideciendo en sus brazos, el último sustento de la vida. Es más, nos dice que "en cada casa, si aparecía algo parecido a comida, se producía una batalla, y los amigos y parientes más queridos peleaban entre sí, arrebatándose las miserables provisiones de la vida". Entonces, literalmente, ¡se cumplieron las palabras de Moisés! Bel. Jud., lib. 5. gorra. 10, secc. 3; y lib. 6. gorra. 3, secc. 3.

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