Así que con tanta ternura y cuidado; sólo el Señor lo condujo cuando estaban encerrados en Egipto, como en su nido, de donde no se atrevían a aventurarse a volar o moverse, les enseñó, animó y les permitió huir de esa servidumbre; los trató con ternura, soportando sus debilidades, protegiéndolos de todo daño. No había ningún dios extraño con él que lo ayudara en ese trabajo o los librara. Cuanto más indignos son, al dar a los ídolos una parte de esa adoración que solo le deben a Dios.

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