A los ojos de todo el pueblo, aunque no vean semejanza alguna, deberían ver tanto como para convencerlos de que Dios estaba entre ellos de una verdad. Y tan alta era la cima del monte Sinaí, que se supone que no solo el campamento de Israel, sino incluso los países circundantes podrían discernir sobre él alguna apariencia extraordinaria de gloria.

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