Así dice el Señor: No escuchéis las palabras de los profetas. La gente no tiene ninguna obligación religiosa de oír lo que es contrario a la voluntad revelada de Dios, ni de obedecer a los que prescriben cosas que no exigen. Te vuelven vanidoso O mejor, te engañan , como bien se pueden pronunciar las palabras: o te hacen confiar y emprender vanidades. Los habitantes de Jerusalén fueron alimentados por estos falsos profetas con la vana esperanza de poder expulsar a los babilonios de sus murallas y levantar el sitio de la ciudad; sí, y de sacudirnos por completo el yugo de Nabucodonosor y ser completamente libres para el futuro.

Hablan una visión de su propio corazón. Una visión fingida que ellos mismos han enmarcado. Todavía dicen. Es decir, persisten en decir; a los que me desprecian, que están desprovistos incluso de mi temor, y por tanto menosprecian mi autoridad y violan mis mandamientos; El Señor ha dicho: Tendrás paz. Mientras que, en verdad, he dicho lo contrario, y les he asegurado que no hay paz para los impíos. Así, ambos me hacen favorecer el pecado y contradecirme.

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