Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos acerca de los profetas, príncipes de la maldad, engañadores de los pueblos: He aquí, los alimentaré con ajenjo y les haré beber agua de hiel, agua envenenada, cf. Jeremias 9:14 ; porque de los profetas de Jerusalén se difundió la blasfemia a toda la tierra, de modo que se practicaba el libertinaje en todas partes; la Tierra Santa fue profanada y la Palabra del Señor blasfemada, como lo es hoy como consecuencia de un comportamiento similar por parte de hombres que se llaman a sí mismos ministros de la Palabra.

Así dice el Señor de los ejércitos, al advertir a los verdaderos creyentes contra el engaño de los falsos profetas. No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; te hacen vanidoso, engañándolos, seduciéndolos a la vanidad de la idolatría; hablan una visión de su propio corazón, revelaciones de su propia imaginación, y no de la boca del Señor, sus supuestos mensajes al pueblo se hacen sin la autorización de Jehová.

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