Entonces lo vio. A saber, la sabiduría, que es el tema del presente discurso. Este Dios vio, no afuera, en cualquier criatura formada por él, sino dentro de sí mismo; lo consideró en su propia mente eterna, como la regla por la cual procedería en la creación y gobierno de todas las cosas. Y declaró que lo hizo evidente, primero a los ángeles, y luego al hombre, cuando creó este mundo inferior; es decir, descubrió por sus obras la profunda sabiduría que yacía escondida en su propio pecho. Lo preparó. Lo tenía listo para realizar todas sus obras, como si llevara mucho tiempo preparando materiales para ellas. Así se habla de Dios a la manera de los hombres. O, como הכינה, hejiná , puede ser traducido correctamente, él lo estableció, es decir, el orden que primero fijó en el mundo, que debería continuar en las edades posteriores. Y lo busqué No correctamente; pues esa búsqueda implica ignorancia, y requiere tiempo y laboriosidad, todo lo cual repugna a las perfecciones divinas; pero en sentido figurado, lo hizo, y lo hace, todas las cosas con esa absoluta y perfecta sabiduría, tan exacta y perfectamente, como si hubiera dedicado mucho tiempo a buscarlas para descubrirlas.

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