Que no vengáis entre esas naciones que eviten todas las conversaciones y contratos familiares, pero especialmente el matrimonio, con ellos. Tampoco mencionen el nombre de sus dioses. A saber, innecesaria y familiarmente, no sea que la mención de ellos lleve a un discurso sobre ellos, y así gradualmente los lleve a la aprobación y adoración de ellos. Ni motivo para jurar por ellosNo exigir ni admitir que un gentil jura por su dios, como era habitual, especialmente en ligas y contratos; porque esto habría sido suponer que estas deidades imaginarias eran conscientes de los pensamientos de los hombres y tenían poder para castigar a los culpables de perjurio. Y la prohibición de esto también fue para asegurarlos contra hacer ligas y pactos con los gentiles, que no hubieran considerado vinculantes sin un juramento. Es de lamentar que, entre los cristianos, los nombres de los dioses paganos se utilicen con tanta frecuencia, especialmente en los poemas. Que esos nombres, que se han puesto en rivalidad con Dios, sean odiados y perdidos para siempre. Ni inclinarseNo les dé ninguna reverencia interior ni adoración exterior. Aquí hay una gradación observable, por la cual él muestra el progreso que el pecado suele hacer, y la necesidad que hay de mirar hacia sus comienzos; ya que una conversación civil y común con sus personas probablemente los llevaría, y de hecho los llevó, con pasos insensibles, a la adoración de sus dioses. No es de extrañar, por tanto, que algunas cosas, no simplemente y en sí mismas malvadas, sean prohibidas por Dios, como aquí lo es el nombramiento de dioses falsos, porque son ocasiones e introducciones al mal.

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