Quitad los dioses extraños que hay entre vosotros, es decir, aquellos ídolos que habían sacado de Egipto o que habían tomado en Canaán, y que algunos de ellos guardaban, contrariamente al mandato de Dios, ya sea por la preciosidad del asunto o más bien de alguna inclinación secreta a la superstición y la idolatría.

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