Piensa en mí, Dios mío, para bienComo he hecho bien a tu pueblo por ti, hazme bien por ti mismo, porque te has complacido y has prometido con bondad recompensarnos según nuestras obras, y dar a los hombres la misma medida que ellos midan. otros. Así demuestra que esperaba su recompensa sólo de Dios, quien, esperaba, le mostraría bondad, similar a la que había mostrado por su pueblo. No hay razón para pensar que aquí habla demasiado de sí mismo y de sus propios actos dignos; porque no era más de lo necesario en tal estado de cosas, que la posteridad pudiera recibir un ejemplo de virtud extraordinaria; y no más de lo que San Pablo se vio obligado a hablar de sí mismo en su segunda epístola a los Corintios, de quienes no aceptaría nada para poder tapar la boca de los falsos apóstoles y de la gente codiciosa.

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