Cayeron sobre sus rostros como suplicantes humildes y fervientes a Dios, el único refugio al que recurrió Moisés en todos esos apuros, y el único que pudo gobernar a este pueblo de dura cerviz. Ante toda la asamblea Para que se despertaran para comprender su pecado y peligro, cuando vieron a Moisés en sus oraciones, a quien Dios nunca dejó de defender, incluso con la destrucción de sus enemigos.

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