Alabad al Señor, naciones todas. No se limite a nuestra nación la alabanza debida al gran Señor de todos; pero todos los pueblos sobre la faz de la tierra le alaben. Porque su bondad misericordiosa es grande para con nosotros hacia todos los hijos de Adán, ya sean carnales o espirituales, porque ha hecho maravillas por toda la humanidad; y la verdad del Señor permanece para siempre. El Señor, que no cambia, no dejará de cumplir sus fieles promesas hasta el fin del mundo. Por lo tanto, unámonos todos en alabanza a nuestro Benefactor común.

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