Las palabras del Señor son puras, sin la más mínima mezcla de falsedad, y por tanto se cumplirán infaliblemente. Los hombres a menudo hablan precipitadamente y prometen lo que no pueden realizar, y engañosamente, lo que nunca pretenden realizar. Pero las palabras de Dios son diferentes; son puros de toda clase de escoria; de toda locura, fraude o incertidumbre. “A menudo han sido puestos a prueba, en las pruebas de los fieles, como plata arrojada al horno en un crisol de barro; pero, como la plata en su pureza más refinada y exaltada, no contiene escoria. Las palabras de Jehová son santas en sus preceptos, justas en sus leyes, llenas de gracia en sus promesas, significativas en sus instituciones, verdaderas en sus narraciones e infalibles en sus predicciones. ¿Qué son miles de oro y plata, comparados con los tesoros de la página sagrada? " Horne.

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