El arca de Dios el Señor, que habita, etc.— El arca de Dios el Señor, que está sentado sobre los querubines, donde se invoca su nombre. Houbigant.

REFLEXIONES.— Primero, tan pronto como David subió de Hebrón y había asegurado la fortaleza de Jerusalén, donde resolvió establecer su futura morada, se mostró solícito en levantar el arca abandonada de su oscuridad y llevarla a un lugar más honorable.

1. Propone el asunto a sus grandes hombres y oficiales para su consejo y consentimiento. Habían descuidado el arca en los días de Saúl, cuando la religión se deterioró mucho. Ahora sería la estabilidad del reino, y la felicidad de la tierra, disfrutar de la presencia y el favor divinos; y por lo tanto, si les parecía bien, como él no dudaba que aprobarían la moción, sin demora reunirían a los sacerdotes y levitas, ya los principales hombres de la tierra, para asistir a la solemnidad de traer el arca a Jerusalén. Nota; (1.) Tener a Dios con nosotros debe ser nuestro primer y principal deseo, como fundamento de toda verdadera felicidad. (2.) El respeto que se le brinda a aquellos a quienes podemos mandar, compromete su consentimiento a nuestros deseos y es la manera de ser obedecido con alegría.

2. La propuesta fue muy aplaudida; la congregación se reunió de un extremo a otro de la tierra, y con gran alegría comenzó la procesión. Nota; (1.) Es un motivo de gozo inefable para los verdaderos israelitas, ver revivir la decadente causa de Dios. (2.) Los príncipes amplios son promotores de la piedad, debe incitar a los ministros y al pueblo a corresponder con sus piadosos designios.

2. El error que cometieron al sacar el arca, ya se ha observado, 2 Samuel 6 , así como la muerte de Uza, y la interrupción de la solemnidad consecuente. Puede enseñarnos, 1. Cuidadosa atención en la prescripción divina, y no tomar a la ligera el más mínimo mandamiento. 2. Que la ignorancia en quienes ministran ante el arca, es especialmente criminal. 3.

Que en medio de todo gozo terrenal, tenemos necesidad de temblar. 4. Que las providencias desalentadoras pueden enfriar nuestro celo en el camino del deber; de modo que, como David en el caso presente, nos detenemos en seco. 5. La misma palabra de Dios, como el arca de Uza y Obed-edom, es para un hombre olor de vida para vida, para otro olor de muerte para muerte.

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