Vino al carnero, etc.— En estos dos versículos tenemos un relato de los griegos que derribaron el imperio persa. El carnero había empujado antes, Daniel 8:4 hacia el oeste; y los persas, en el reinado de Darío Histaspis y Jerjes, se habían derramado con grandes ejércitos en Grecia; pero ahora los griegos, a cambio, llevaron sus armas a Asia, y el macho cabrío invadió el carnero que lo había invadido. Y llegó al carnero que tenía dos cuernos, que yo había visto de pie delante del río, y corrió hacia él con la furia de su poder.Difícilmente podemos leer estas palabras sin tener alguna imagen del ejército de Darío de pie y protegiendo el río Granicus, y de Alejandro al otro lado, con sus fuerzas lanzándose, nadando a través del arroyo y corriendo hacia el enemigo con todo el fuego y la furia. que se puede concebir. Y lo vi cerca del carnero: tenía varios enfrentamientos cercanos o batallas con el rey de Persia, y particularmente en el Gránico en Frigia, en el estrecho de Issus en Cilicia, y en las llanuras de Arbela en Asiria.

Y se conmovió con cólera contra él, por las crueldades que los persas habían ejercido contra los griegos, y por el intento de Darío a veces de corromper a sus soldados para traicionarlo, ya veces a sus amigos para destruirlo; de modo que no escucharía las ofertas de paz más ventajosas, sino que decidió perseguir al rey persa, no como un enemigo generoso y noble, sino como un prisionero y un asesino, hasta la muerte que merecía. E hirió al carnero y le quebró los dos cuernos.sometió Persia y Media, con otras provincias y reinos del imperio persa; y es notable que en Persia saqueó y quemó bárbaramente la ciudad real de Persépolis, la capital del imperio; y en Media Darío fue agarrado y hecho prisionero por algunos de sus propias materias peligrosas, que no mucho después asesinados vilmente él.- y no había poder en el carnero a parar delante de él, pero le echó por el suelo, y las sobras sobre él: conquistó dondequiera que vino; derrotó a todas sus fuerzas, tomó todas las ciudades y castillos, y destruyó y arruinó por completo el imperio persa.

Y no hubo quien pudiera librarlo de su mano; ni siquiera sus numerosos ejércitos pudieron defender al rey de Persia, aunque sus fuerzas en la batalla de Issus ascendieron a seiscientos mil hombres; y en el de Arbela, a diez u mil cien mil; mientras que el número total de Alejandro no fue más de cuarenta y siete mil en ninguno de los dos enfrentamientos. Véase Bishop Newton, vol. 2: pág. 13.

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