Ver. 21. No comeréis de nada que muera por sí mismo - A este discurso sobre la comida era apropiado agregar una advertencia, que aunque pudieran matar y comer cualquier criatura limpia, sin embargo, si moría por sí misma, era ilegal cómelo, porque la sangre estaba en él. Los prosélitos de la puerta, que no estaban obligados a observar estas leyes, o los simples gentiles que pudieran encontrarse en su país, podían comer tal comida; pero en cuanto a los que fueron llamados prosélitos de justicia, es decir, gentiles circuncidados, que habían abrazado la religión judía, estaban obligados a abstenerse de tal comida tanto como los judíos nativos.

Los egipcios, de la misma manera, vendían a otros lo que ellos mismos no podían comer. Así nos dice Herodoto, que primero impregnaron muchas maldiciones sobre la cabeza de la víctima, y ​​luego se las llevaron a los que traficaban con los comerciantes griegos, para que se las vendieran; pero, si no había griegos así, lo arrojaban al río.

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