El que observa el viento, etc.— El primer precepto, o consejo, contenido en Eclesiastés 11:1 tiene una mirada retrospectiva a la primera proposición; y podría expresarse así, si no hiciéramos uso del lenguaje figurado: dado que los bienes de este mundo son mera vanidad, haz todo lo posible por arreglarlos, o por darles la estabilidad de que son capaces, con respecto a otra dispensación, compartiéndolos con los pobres; o, para hablar con uno que era más grande y más sabio que el mismo Salomón, Háganse amigos de las riquezas de la injusticia, para que cuando falles, ellos los reciban en moradas eternas.Pero nuestro autor optó por utilizar frases proverbiales que, junto con los consejos dados, dan a entender que Dios Todopoderoso ha dispuesto todo en este mundo de tal manera que nada se pierde.

Sin embargo, el maíz sembrado antes de la estación de las lluvias se encontrará después en la época de la cosecha: los vapores emitidos por la tierra vuelven a caer en su seno; y un árbol, aunque arrancado de sus raíces, que parecía ser su mayor seguridad contra ser arrastrado, permanece para uso del dueño en el mismo lugar donde el viento lo derribó, sin estar más en poder de las tormentas. Así, nuestras limosnas, bajo la dirección del mismo Dios, tendrán algún tipo de estabilidad. Serán reembolsados; quizás en este mundo; ciertamente en alguna parte. A este precepto se agrega una advertencia, ( Eclesiastés 11:4 ) No sea que, debido a una consideración excesiva de las oportunidades apropiadas, debamos descuidar el hacer el bien mientras esté en nuestro poder hacerlo.

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