Y Dios hizo, etc.— Como prueba suficiente de que la tierra no engendró a los animales por sí misma, por ningún poder prolífico en ella, la formación de los mismos se apropia aquí a Dios. Porque el escritor sagrado, con estas palabras, nos da a entender que el Creador, como Amo absoluto de la naturaleza, dio a la tierra y a los animales toda su fecundidad y energía: todo es efecto de la omnipotencia de Dios.

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