Y Rubén volvió a la fosa, etc. — Nosotros comentamos en Génesis 37:2 que los hijos de Jacob alimentaron sus rebaños por separado: esto es confirmado por el versículo presente. Porque es incuestionable que Rubén, después de haber salvado la vida de su hermano José, dejó a los demás, probablemente para atender a su propio rebaño; y resolvió volver al hoyo y rescatar a José de él. Pero cuando llegó, un extraño a lo que había pasado, y no lo encontró allí, estaba en la mayor agonía de dolor, temiendo su destrucción.

Tampoco parece que sus hermanos le informaran de lo que habían hecho; sin embargo, si lo hicieron, él estuvo de acuerdo con ellos en la historia que le contaron a su afligido padre. Nada puede imaginarse más cruel e inhumano que su conducta a lo largo de todo este asunto: ¡no se puede excusar en modo alguno el trato salvaje que dieron a su anciano padre!

REFLEXIONES.— Ahora la túnica envidiada es arrancada de su espalda: el remordimiento o la piedad no encuentran cabida en el corazón envenenado de sus hermanos: en vano sus oraciones, sus lágrimas, su angustia; lo arrastran al pozo y lo arrojan, pensando en una muerte de hambre, más espantosa que la espada; luego, endurecidos e implacables, se sientan a comer pan; y mientras satisfacen su propia hambre, nunca piensen en la aflicción de José. Nota;1. Las providencias de Dios parecen más oscuras, cuando la liberación está más cerca. 2. El llanto de los pecados a menudo aturde la conciencia hasta un grado asombroso de insensibilidad. Pero ahora, un acontecimiento inesperado saca a José del pozo: pasa una caravana de comerciantes que va a Egipto; Judá propone venderlo, en lugar de matarlo; pensaban que él sería enviado con la misma eficacia fuera del camino; y así gratifican su codicia, así como su venganza.

Se hace el trato, y José, del cautiverio del pozo, es enviado como esclavo a Egipto. Aprenda, (1.) Cómo exactamente Dios hace que los eventos comunes de su Providencia se vuelvan críticos, para los propósitos de su gloria. (2.) Dios domina a los impíos, y hace que un pecado sea el freno de otro mayor: la codicia salva del derramamiento de sangre. Rubén no era del consejo; y cuando regresó al abismo, ¡cuán grande fue su dolor al encontrar que José se había ido! Nota; Las desilusiones de nuestros bien intencionados esfuerzos se ven luego en misericordia.

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