Los gobernantes de los judíos, ofendidos con el sermón de Pedro, ( aunque miles de personas se convirtieron al escuchar la palabra), lo encarcelaron a él y a Juan. Después, al ser examinado, Pedro, afirmando valientemente que el cojo debe ser sanado por el nombre de Jesús, y que por el mismo Jesús, solo nosotros debemos ser salvos eternamente, le ordenan a él y a Juan que no prediquen más en ese nombre, añadiendo también amenazante. Entonces la iglesia huye a la oración: y Dios, moviendo el lugar donde estaban reunidos, testificó que escuchó su oración, confirmando a la iglesia con el don del Espíritu Santo, y con amor mutuo y caridad.

Anno Domini 33.

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