Contemplé la tierra, etc.— Las imágenes bajo las cuales el profeta representa la inminente desolación, tal como la había previsto, son familiares a los poetas hebreos en ocasiones semejantes. (Véase Lowth De Sac. Poesi Heb. Prael. 9: y su nota sobre Isaías, cap. Jeremias 13:10.) Pero el ensamblaje está finamente hecho, para delinear todos juntos una imagen más llamativa e interesante de un país en ruinas, y para mostrar el feliz talento del autor para la descripción patética. La tierra vuelve, por así decirlo, a su estado primitivo de caos y confusión; la luz alegre de los cielos se retira, seguida de una triste oscuridad; tiemblan las montañas y tiemblan las colinas, bajo la terrible aprensión del disgusto del Todopoderoso; reina una espantosa soledad; no se ve ni un vestigio de ningún miembro de la raza humana; incluso los mismos pájaros han abandonado los campos, incapaces de encontrar ya en ellos su alimento habitual.

La faz del país en las partes que alguna vez fueron más fértiles, ahora cubiertas de zarzas y espinas, asume la tristeza salvaje del desierto. Las ciudades y pueblos o son derribados y demolidos por la mano del enemigo, o se derrumban en ruinas por su propia voluntad por falta de ser habitados.

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