Seguramente juran falsamente— Sin embargo, etc. Ver Jeremias 5:7 y cap. Jeremias 4:2. Sea siempre tan cierto lo que decimos, si creemos que no es así, no hemos dicho la verdad. La costumbre ha traído a muchos a la iglesia ya las reuniones, que olvidan por qué vinieron allí cuando están allí; y con demasiada frecuencia muchos de nosotros nos encontramos en nuestras oraciones, cuando menos pensamos en Él, a quien pretendemos dirigir esas oraciones. Y como aquellos en quienes confiamos, y con quienes estamos familiarizados, tienen mucho más poder para hacernos daño, traicionarnos y exponernos a la ruina, que nuestros enemigos declarados y abiertos, hacia quienes estamos en guardia, y a quienes el mundo considera injusto, o al menos como desafecto hacia nosotros; de modo que Dios mismo sufre más deshonra por parte de aquellos que pretenden estar a su servicio, profesan la religión ordenada por él, y en sus vidas y acciones practican aquellas cosas que son inconsistentes y destructivas para esa religión,

Halagámonos como podamos, con una opinión del poder salvador de nuestras verdaderas y rectas ideas de Dios, y nuestro Salvador, y de su Espíritu Santo; de que somos cristianos y verdaderos miembros de la iglesia de Cristo, es de temer muy razonablemente que el puro confiese ateo, que no conoce a Dios en absoluto y, por lo tanto, nunca piensa en agradarle; que cree que no existen lugares tales como el cielo y el infierno, y por eso no considera los caminos que conducen a ninguno de ellos; pero determina todas sus esperanzas y temores dentro de ese lapso de vida que la naturaleza nos permite en este mundo; que tampoco ha visto esos libros que llamamos Escritura,o, si lo ha hecho, los considera como invención, fantasía o especulación de los hombres y, por tanto, no más los objetos de su fe que los objetos de su razón. Ateo menos condenable que el práctico, hipócrita ateo, el orgulloso falso calumniador de la fama y reputación de su vecino, o el cruel y rebelde opresor de los inocentes; quien, mientras reconoce con sus labios que Dios es el Creador del cielo y la tierra, y que sus Sagradas Escrituras son la voz de su boca, sin embargo, neciamente en su corazón niega el ser de un Dios, al descuidar hacer todo lo que su la majestad divina ha ordenado, y haciendo todo lo que expresamente ha prohibido que se haga.

Como buenas partes y educación, ejemplo y buena conversación, son tantos agravios contra aquel cuya mente no mejora con estas extraordinarias ventajas; así, sin duda, aquellos que deberían ser considerados ateos en las congregaciones cristianas, que magnifican a Dios en sus opiniones y discursos, y lo desprecian en sus prácticas, tienen un relato más lúgubre que dar, que los hombres más impíos que sólo han inspirado a los paganos y climas bárbaros.

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