Vino, que alegra a Dios y al hombre— Se ha objetado que las Escrituras aquí sugieren nociones falsas e indignas del Ser Supremo; pero debemos recordar que las palabras son parte de una parábola. En una parábola o ficción, cada palabra u oración no debe interpretarse con el mayor rigor, a menos que debamos tomar como doctrina bíblica que los árboles pueden hablar. Jotam, para representar el atrevimiento y la seguridad en sí mismos de las personas necias al emprender cosas elevadas, que hombres más sabios y mejores rechazarían, trae una fábula que expone cómo el olivo, la higuera y la vid, y todo los árboles escogidos, habían rechazado modestamente una provincia que no era propia para ellos; pero que la zarza,el más inadecuado de todos, lo había aceptado a pesar de todo, y era probable que actuara en consecuencia. Ahora bien, las palabras aquí citadas son las palabras de la vid, y quizás se basan en una hipótesis pagana, permitida en una fábula o en un apólogo. Entonces Castalio, Le Clerc y otros interpretan el lugar; y traducen las palabras, no Dios y el hombre, sino dioses y hombres, lo que es mejor.

Quizás, en tal tipo de ficción, aunque tenía una moraleja seria, podría pensarse más decente usar el estilo pagano de dioses y hombres, que presentar al Dios verdadero, ya sea por nombre o por implicación: o Jotam, hablando con los idólatras siquemitas, podrían adaptar su discurso a sus nociones, para ser mejor entendidos por ellos. Hay otra construcción que algunos han recomendado, a saber, que "El vino anima tanto a lo alto como a lo bajo, אלהים elohim y אנשׁים anashim, príncipes y campesinos; o bien, príncipes y personas de calidad".Esta última construcción es mantenida por Le Clerc y su traductor Ross. Pero prefiero la interpretación de Le Clerc antes mencionada, confirmada por la siguiente ingeniosa observación del obispo Warburton: "Jotham", dice él, "no significaba Dios el gobernador del universo; pero todos deben ver que su significado es que el vino anima a dioses-héroes y hombres comunes; porque Jotam está aquí hablando a una ciudad idólatra, que se prostituyó en pos de los baales, e hizo a Baal-berit su dios: un dios surgido de entre los hombres, como puede deducirse en parte de su nombre, así como de diversas otras circunstancias de la historia.

Esta expresión, que es muy hermosa, contiene uno de los mejores trazos de burla en todo el apólogo, tan abundante en ellos; e insinúa a los siquemitas la vanidad y el origen lamentable de sus dioses idólatras, que se pensaba que eran, o que realmente habían sido, refrescados con vino. "Div. Leg. vol. 3: p. 104.

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