Los egipcios sabrán que yo soy el Señor. - Heb., Que yo soy Jehová: es decir, que respondo a mi nombre - que soy el único Dios realmente existente, siendo sus supuestos dioses “vapor, humo, nada”. Sin duda, esta fue una de las principales lecciones que pretendía ser enseñada por toda la serie de eventos milagrosos relacionados con el Éxodo. Egipto era la monarquía más grande del mundo.

Ahora estaba en el apogeo de su gloria. Entre los politeísmos existentes, el de ella fue el más famoso; y sus dioses debieron parecerles, no sólo a ella misma, sino a todas las naciones circundantes, los más poderosos. Desacreditarlos era desacreditar al politeísmo en general y exaltar el nombre de Jehová por encima del de todas las deidades de las naciones. (Comp. Éxodo 14:11 .)

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