Amén, el Señor lo haga. - Es imposible confundir el tono de aguda e incisiva ironía con que se pronunciaron las palabras. El hablante podía, sin falsedad, hacerse eco del deseo tanto como fuera un deseo, pero sabía que era un deseo de lo imposible. Todo el estado de las cosas tendría que ser alterado antes de que pudiera haber la más mínima perspectiva de su cumplimiento. No era prudente orar por aquello que obviamente estaba fuera de los límites de los métodos normales de trabajo de Dios en la historia, y en contra de Su propósito, como lo expresaron Sus profetas.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad